viernes, 24 de febrero de 2012

‘Bogie’ y Brooks en las noticias


 Por Raúl Ortiz - Mory
El periodismo y sus alcances éticos siempre han llamado la curiosidad de los maestros del cine. Richard Brooks no podía ser la excepción. A poco de iniciada la década de los cincuenta rodó Deadline U.S.A. (1952), film negro por excelencia que cuenta la historia de Ed Hutcheson (Humphrey Bogart) periodista que está sumido en una crisis profesional – los accionistas del diario que dirige están a punto de venderlo porque “no es rentable” – y personal – porque su exesposa, a quien todavía ama, contraerá nuevas nupcias –. De esta manera Brooks plantea dos escenarios complementarios y consecuentes. 

Por el lado periodístico, el director americano ofrece un discurso central que explica la prioridad económica de los medios de comunicación por encima de los principios de la prensa, a través de un Bogart impulsivo, idealista y combativo. Además, en una visionaria mirada, Brooks pone sobre la mesa el tema de la compra de los diarios a manos de la competencia con la intención de uniformizar el mensaje, tendencia que corrida la primera década del nuevo milenio parece ser pan de todos los días.


Sin embargo, Brooks no solo desarrolla la amenaza que supone el poder económico para los diarios desde adentro – con los accionistas inconformes – y desde afuera – la canibalística competencia. También plantea los riesgos que corren los hombres de prensa frente al crimen organizado: Hutchenson es presionado y amenazado por un mafioso involucrado en el asesinato de una joven para que no siga el caso. El director balancea magistralmente las encarnaciones del bien y del mal con respaldos de un guión sólido y un contexto verosímil, sin caer en tópicos ni estereotipos.
El vértigo que imprime Brooks al momento de cruzar dos de los conflictos mejores trabajados del filme – la venta del diario y la resolución del crimen – le da a Deadline U.S.A. un pulso narrativo trepidante, que sumado al registro interpretativo de Bogart y Martin Gabel, el mafioso Tomas Rienzi, hacen que la cinta no decaiga en ningún momento. Memorables son los diálogos – cortantes, irónicos y duros – entre los dos contendores al interior del auto del delincuente cuando éste pretende sobornar al periodista para que estanque la investigación en su contra.
Deadline U.S.A. ofrece un gran retrato de las redacciones de la vieja escuela con personajes bohemios, pero de gran ética profesional, donde Bogart es el ícono de la responsabilidad periodística y el estandarte de los desastres amorosos. Una manera de decir que no en todo se puede ser el mejor. La fotografía, el trabajo de claroscuros opresivos y el sarcasmo bien administrado refuerzan la idea del noir en la cinta, la mejor arena donde se movía Bogie. Esta película es el reflejo de un tiempo donde la tecnología informática no estaba al servicio de la prensa pero no por ello era inferior a la de tiempos actuales, y donde las relaciones interpersonales no iban parametradas por emoticones sino por discusiones apasionadas donde las personas se miraban a los ojos.

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