viernes, 24 de febrero de 2012

El embrujo de la música criolla, de jarana y callejón, en documental

Foto: Renzo Giraldo.
Por Raúl Ortiz - Mory

‘Lima Bruja: Retratos de la música criolla’ es un documental donde se muestra a un grupo de músicos que encarnan lo más puro y tradicional del género jaranero. No se trata del ‘establisment’ musical guiado por las peñas barranquinas, Eva Ayllón, Lucía de la Cruz, Radio San Borja o Mediodía Criollo. Estamos hablando de un hallazgo que capta a una patota de amigos que llevan una vida convencional sin aspiraciones a los grandes escenarios, pero que representan una época en que la gente se juntaba en los callejones y las quintas para cantar con y por pasión. Estos criollos de pura cepa – cuyas edades fluctúan entre los sesenta y cinco, y setenta y muchos años – fueron ‘rescatados’ por el director Rafael Polar dejando un registro que no solo tiene valor musical, también es una herramienta histórica de la Lima y el Callao de mediados del siglo XX. A continuación, la entrevista al joven realizador peruano.

¿Qué motivación tuviste para abordar el tema del criollismo en tiempos donde algunas voces creen que este género agoniza?
Fueron dos las motivaciones básicas. Una, por el entorno familiar donde crecí, donde siempre se escuchaba música criolla. Recuerdo que mi padre iba a una peña que se llamaba El Chirimoyo en La Victoria, también asistía a reuniones donde se hacían jaranas y serenatas. Son imágenes que me remiten a tiempos de niñez, a un pasado familiar que evoco con cariño y que me hacía recordar el lado más tradicional de la música criolla. No era una música igual a la que ahora se conoce como criolla, aquella que se pasa en las radios o algunos programas de canal 7. La que yo recordaba y presento en el documental es un criollismo más auténtico, más puro. Con esto no quiero desmerecer a la música criolla moderna, pero creo que es necesario conocer algo en su esencia para luego ir transformándolo. La otra motivación estuvo asociada a un tema laboral. Cuando Fernando Urquiaga, el productor del documental, me llama para grabar el video de un disco que estaba produciendo con algunos de los protagonistas de lo que en el futuro sería Lima bruja, entonces tocó esa fibra de recuerdos y experiencias de la que te hablo. Es decir las dos motivaciones se entrelazaron.

Esta es una especie de música criolla underground, por decirlo de alguna manera
(Risas) La paradoja es que ahora se podría ver así, pero hace cincuenta años era la manera como se celebraba y cantaba la música criolla. Eran reuniones que se hacían en casas y que podían durar hasta siete días. Esto no es cuento, es verificable en el contexto de las tradiciones criollas. Personas mayores dan fe de ello, ya sea por experiencia propia o por que algún amigo o conocido lo vivió.

¿Qué percepción tuvieron los protagonistas cuando se les dijo que se iba a realizar un documental?
Ellos siempre fueron muy dóciles, educados y abiertos. Yo ingreso a ese mundo a través de Willy Terry, músico conocido que también participa en el documental. Era como si él estuviera haciendo el registro porque me presenta a los músicos, les habla para que se dejen grabar sin problemas. En realidad sobre la marcha iba aprendiendo el oficio de documentalista. Me he formado como pintor y trabajo en publicidad, este era mi primer largometraje, toda una aventura. Soy el típico caso del cinéfilo que quiero ser cineasta y que solo con la práctica puede alcanzarlo. Entonces encontré una buena oportunidad para grabar a personas que tenían mucha disposición. Eso ayudó mucho. Han sido casi cuatro años de registro. Con el tiempo me gané la confianza de los protagonistas y pude compenetrarme sin problemas.

¿Viste algunos trabajos similares para empezar tu proyecto, quizá el Buena Vista Social Club?
La conversación inicial que tuvimos con Fernando cuando vimos el primer material real de los protagonistas cantando para el disco – grabado en blanco y negro con una handycam – fue sobre qué hacíamos con eso. Entonces dijimos por qué no hacíamos una especie de Buena Vista criollo. Con esto quiero decir que Lima Bruja parte de una idea espontánea, y no de un trabajo preconcebido. Pero creo que la gran diferencia entre Buena Vista Social Club y Lima Bruja radica en que el primero habla de un grupo de cantantes cubanos que tuvieron un pasado glorioso y que luego fueron olvidados. En cambio, en mi documental, se habla de cantantes y músicos que nadie los conoce, lo que hago es una especie de hallazgo. Los protagonistas de Lima Bruja no tuvieron la fama de Ibrahim Ferrer, Compay Segundo o Rubén González, y quizá sea por una cuestión de decisión propia, ellos no aspiraron a ser cantantes masivos ni estrellas del criollismo, son personas que trabajan como cualquier otra y que se juntan para jaranear en la casa de algún amigo. Además, la escena musical de la época no se orientaba en el sentido de fabricar artistas para lanzarlos al estrellato. Se trata de cantantes que se divierten en fiestas familiares o de barrio.

¿Siendo un documental musical donde las canciones y sus intérpretes son los protagonistas, cómo se trabajo el tema del sonido?
Lima Bruja parte del proyecto discográfico de Sayaryi Producciones llamado ‘La Gran Reunión’ que rescata este tipo de música criolla tradicional en una serie de discos. Entonces se tenía una base de sonido muy buena, es decir discográfica. Para las primeras sesiones del documental se trabajó el sonido directo con Frank Cebreros quien laboró en el proyecto musical. De esa manera me aseguraba que si la cámara no estaba bien – que la hacía yo – al menos el sonido debía ser muy bueno (risas). Si tienes una mala cámara pero un buen sonido puedes ver algo, pero si tienes una buena cámara y un mal sonido no se puede ver nada. Esa fue una de mis premisas al momento de registrar. Luego siguieron con el trabajo Omar Pareja y Javier Becerra. Para la mezcla final se sumó Bruno Canale, que ha trabajado en proyectos grandes como películas.

El hilo conductor eres tú donde cuentas tus impresiones acerca de estos señores y su contexto ¿cómo fue el trabajo de compilación de datos para armar la historia?
Empecé a armar el proyecto a partir de lo que conocía sobre la música criolla desde mi entorno más cercano. Luego a través de Fernando, Willy y ‘Papeo’ Abán – otro de los músicos que aparece en el documental –, podría decir que ellos fueron una suerte de investigadores. Conocían a los señores que salen en la película y luego me contactan con más gente. Por ejemplo, la historia de uno de los músicos llamado Lencho y su encuentro en televisión con Rubén Blades me la cuenta primero Willy, después encontramos el video de Lencho con Blades y se lo mostramos al propio Lencho, que no lo había visto nunca. A partir de ese hecho pensamos que era uno de los puntos fuertes del documental, uno de los más emotivos. Hasta hace un año y medio no tenía ni idea de cómo construir el documental hasta que decido ponerme como hilo conductor y contarle al espectador como si lo hiciera con cualquier persona con la que estuviera conversando.

¿Qué fue lo más difícil y lo más fácil de todo el trabajo?
Lo más duro fue la edición. Armamos el guión de acuerdo a como íbamos trabajando. Otro punto duro fue el financiamiento. Tuvimos que prestarnos cámaras y parte del equipo de grabación. No fue fácil. En cambio lo más fácil fue conversar con los protagonistas. Fueron muy amables y todo el tiempo se estaban vacilando entre ellos. Era como estar en una fiesta: bebían, comían, se ponían chapas.

¿Cuánto costo hacer Lima Bruja?
Entre recursos propios y lo que amigos y conocidos pudieron alcanzarnos…más o menos 80 mil dólares. En realidad, este documental no solo tiene potencial artístico, también tiene un gran potencial comercial. Ojalá esta entrevista sirva para que los distribuidos se fijen en Lima Bruja y lo roten por las salas comerciales.

¿Qué nuevo proyecto viene?
Uno sobre Monos y Monadas. Todavía está en los primeros pasos, en fase de investigación. También un par de cortos. Lima Bruja demoró por falta de financiamiento, espero no demorarme tanto para el siguiente proyecto.

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