viernes, 23 de marzo de 2012

FIACID2012 - Las ganadoras: 'Abuelos' y 'Efectos especiales´


Por Raúl Ortiz - Mory

El Festival Iberoamericano de Cine Digital - FIACID 2012, fue visitado por más de 4 mil personas, todo un logro si tenemos en cuenta que es la primera vez que se realiza y que las redes sociales fueron los principales medios de difusión. Las películas ganadoras de la Selección Oficial fueron 'Abuelos' de la directora ecuatoriana Carla Valencia Dávila y 'Efectos especiales' del realizador chileno Bernardo Quesney.

El documental de Valencia presenta dos historias paralelas que retratan las vidas de los abuelos de la propia cineasta. Uno de ellos, Remo, el abuelo materno ecuatoriano, es un hombre que practicaba la medicina alternativa con una formación autodidacta, defensor de causas perdidas y padre consentidor por excelencia. La influencia que causó en su entorno comunal es uno de los puntos fuertes que Valencia explora a través de un trabajo de investigación minucioso. Si bien las fuentes más cercanas – madre y tías de la cineasta – son accesibles por naturaleza, Valencia sabe sacarles provecho con declaraciones sentidas que quizá en otros contextos no revelarían.

El abuelo paterno, Juan, es un hombre de convicciones políticas socialistas, con ideales de igualdad que transmite a su familia con acciones de la vida cotidiana. Juan, que es un ferviente admirador de Salvador Allende, en tiempos del golpe militar de 1973 ocupaba un cargo público, motivo suficiente para ser hostigado y aprehendido por los uniformados. Valencia muestra la figura de su abuelo para graficar la realidad política y social de Chile en los años setenta. Un buen ejercicio de contextualización histórica que sumado a los testimonios de amigos y familiares le dan un punto dramático equilibrado, siempre narrado en primera persona.

La confluencia de ambas historias no solo representa la unión de dos mundos completamente distintos, también es la amalgama que define las raíces de la realizadora. Un elogio a la memoria definida por los recuerdos. Una especie de búsqueda personal excusada por unos patriarcas que marcaron las vidas de sus semejantes y que Valencia toma como posibles cimientos espirituales de su propia existencia. ‘Abuelos’ es un documental en que la emotividad está bien llevada y que se complementa con música de buena factura. La ecuatoriana logra que la carga metafórica- poética vaya de la mano con un eficaz trabajo de investigación, fórmula que muchas veces es difícil de alcanzar.
  
‘Efectos especiales’ es una obra de ficción que tiene por temática el rodaje accidentado de una película llena de absurdos, cambios inesperados, incompetencia técnicas e inexperiencia por parte del director. No se trata de un argumento aproximado a una película gringa en términos cómicos, se trata de una propuesta corrosiva que en clave de parodia se mofa, por un lado, de aquellos directores acaparadores con aires de divos e ínfulas megalómanas; y por otro, de los ‘lugares comunes’ a los que recurren los realizadores para ser parte de los festivales de cine y los encuentros más importantes de dicho ámbito.    

Quesney narra por capítulos la experiencia de grabar un filme en una locación rural y que tiene a dos amigas como protagonistas. Ellas no se ven hace mucho y deben seguir la ilación de una conversación a ratos desubicada, en otros momentos jocosa. Las actrices protestan porque sus personajes no mantienen una línea argumental lógica, a lo que el director refuta con maneras de estrella. Sobre la marcha cambia el guión a sazón del estado de ánimo que lo invade, formulando diálogos de último momento que incluyen textos alusivos a la dictadura de Pinochet, a conflictos insalvables de pareja, al hambre que pasa la humanidad… es decir, un crisol de temas que juntos carecen de pies y cabeza. Es imposible que el espectador no se desternille con algunas de las ocurrencias que propone Quesney, quien además encarna al personaje del director loco.

Una de las escenas más destacables de ‘Efectos especiales’ es la que compone el último capítulo llamado ‘Fórmula matemática para entrar a un festival’, donde se muestra a las dos amigas que, cogidas de la mano, caminan y se pierden en el horizonte en un encuadre a cámara fija adornado por la naturaleza. Esta escena dura pocos minutos y está salpicada con sonidos de bombardeos, diálogos y otros ruidos ajenos a la imagen. Un final que muestra toda la irreverencia de Quesney. En términos generales, esta realización chilena propone una exquisita estampa de un pequeño dictador del celuloide y las tendencias que, de forma alienada, siguen algunos cineastas, de preferencia jóvenes.  

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