sábado, 31 de marzo de 2012

Wim Wenders, el cine, la danza y el teatro


Por Raúl Ortiz – Mory
Pina Bausch, la coreógrafa más influyente de la danza contemporánea alemana y una de las bailarinas abstractas más importantes del siglo XX, murió dos días antes de que Wim Wenders iniciara un documental que contaría su vida. Un grupo de bailarines – integrantes de la compañía teatral de Bausch – le pidieron a un desanimado Wenders que no truncara el proyecto, que ellos serían los protagonistas del largometraje y lo harían de una manera especial: sería un homenaje para la maestra que sabía mirar a través de sus cuerpos. La insistencia de los danzantes y la melancolía de Wenders abrieron el camino para concebir uno de los mejores documentales europeos sobre arte que se han filmado en los últimos años.

Pina Bausch fue una artista diferente: hizo que la danza moderna pudiera teatralizarse a partir de la expresión corporal como una especie de catarsis existencial. No buscaba que la platea admirara los movimientos ni el esfuerzo de los bailarines. El objetivo real de sus obras consistía en volcar una experiencia de vida que identificara y reflejara la condición humana. Buscaba sonar fuerte pero sin hacer ruido. “No se trata de danzar, se trata de sentir”, decía la alemana.
Esta búsqueda, de algo que no se sabe exactamente lo que es ni el camino que debe seguir pero que debe trascender, es la esencia que Wenders propone en ‘Pina’, uno de sus documentales más celebrados junto a ‘Buena Vista Social Club’. Los testimonios de los bailarines que trabajaron al lado de Bausch hasta sus últimos días y la puesta en escena de sus principales obras sirven como hilo conductor al director germano para narrar la vida de la mujer de Wuppertal.
Wenders intercala esta dinámica con escenas en que Bausch aparece dirigiendo a sus alumnos. Entre las imágenes más reveladoras está la participación donde la coreógrafa explica – siempre por medio del lenguaje corporal – parte del proceso creativo de Café Müller, quizá su obra más famosa. Con este registro, Wenders muestra la fragilidad y la dureza de Bausch acerca de las interpretaciones que ejecutaba, acciones en las que llevaba al límite su potencial y el de sus artistas. El realizador capta esa esencia y trabaja la expresión corporal como un canal de comunicación que conmueve, pasma y retroalimenta.
Wenders incorpora al cine, el teatro y la danza de manera coherente. Camufla la cámara y deja que el espectador se olvide que está mirando un documental. Lo involucra y hace de este su cómplice. Al mostrar pocos diálogos, el director parece fijarse una premisa que va de la mano con la obra de Bausch: el movimiento debe trascender a las palabras. También parece decir que la soledad en movimiento es una muestra del poder que tiene la danza para impresionar. Como si fuera una idea reiterativa Wenders sugiere que el cuerpo está al servicio de una sensación y no al revés. El cuerpo no es el final, es un elemento que registra.
En el fondo, el director alemán no entrega una película sobre una artista, el teatro o la danza, es un filme que propone las posibilidades de transformación que tienen los individuos a partir de una manifestación artística. Es la llama que ilumina el camino y muestra la salida. “Baila, baila, como si estuvieras perdido”, dice la propia Pina Bausch en algún momento, como marcando la ruta en medio del caos.
NOTA: Wenders, al igual que Martín Scorsese con ‘Hugo’, estrenó ‘Pina’ en 3D en Alemania con resultados elogiosos de público y crítica.  La razón para recurrir a este formato es parecida a la del director de ‘Casino’: se trata de una película que gana más presencia visual al presentarse en tres dimensiones, además acerca al público hacia un mundo de vitalidad, movimiento y – aunque no lo parezca – fantasía.

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