jueves, 14 de junio de 2012

‘Sam no es mi tío’

Foto: Dieter Castañeda

Por Raúl Ortiz – Mory

La relación entre Latinoamérica y los Estados Unidos es única, compleja, simbiótica y tirante. La inmigración es el escenario que mejor grafica esta relación. Diego Fonseca y Aileen El – Kadi han editado ‘Sam no es mi tío’, un libro que agrupa textos de escritores, ensayistas y periodistas que, en su mayoría, están escritos en clave de crónica y que cuentan historias de hombres y mujeres latinoamericanos que tiene algún tipo de relación con los Estados Unidos. Esta publicación está despojada de los estereotipos que venden los medios tradicionales y la mirada política convencional que los gobernantes suelen dar. ‘Sam no es mi tío’ es un lujo por la calidad, y cantidad, de las plumas reunidas y por los ángulos que ofrece cada uno de sus textos. En la siguiente entrevista Diego Fonseca cuenta cómo fue la producción del libro y da una mirada personal al tema de la inmigración en el contexto del trato entre Latinoamérica y los Estados Unidos.  


¿Cómo se forja la idea de hacer ‘Sam no es mi tío’?
La idea de ‘Sam no es mi tío’ nace cuando Wall Street y George W. Bush se metieron en mi cama matrimonial.  Me mudé de México a Miami para dirigir una revista de economía, me casé y me fui con mi mujer de luna de miel. Poco antes del viaje, Bush habló ante el Congreso y expuso el State of the Union y la Bolsa se desplomó, era principios del 2008. Un domingo durante el primer día del viaje matrimonial sonó el teléfono. Del otro lado de la línea la gente de la revista me comunicaba que se declaraban en quiebra, con lo cual yo me quedaba sin trabajo. Entonces me planteo la idea de escribir toda esta historia y empiezo a buscar medios en español en los Estados Unidos dónde pueda publicar esta crónica. No encuentro medio alguno, lo que llevó a preguntarme qué están haciendo los escritores de ficción y de no ficción latinoamericanos en los Estados Unidos. Muchos de ellos estaban trabajando para medios latinoamericanos o de España. Como editor pensé que hacía falta agrupar a estos autores y ordenarlos en algún tipo de publicación, y allí emergió ‘Sam no es mi tío’ como proto-proyecto.

Me mudé a Washington y allí Aileen El-Kadi me contacta desde la Universidad de Texas, donde estaba editando un libro sobre narcotráfico, que yo había seguido durante mi estancia en México, y me pidió que escribiera un ensayo. Mientras conversábamos le conté la idea del proyecto inicial y una semana después comenzamos a producirlo. El libro empezó a prepararse en septiembre de 2010 y terminó de completarse con la crónica de Jon Lee Anderson entre fines de 2011 e inicios de 2012.

¿Cuál fue el criterio para elegir a los autores?
La idea fue tener un arco, lo más amplio posible, de autores latinoamericanos que hayan vivido en Estados Unidos, que estén viviendo en Estados Unidos o que nunca hayan vivido en ese país, pero que tengan algún tipo de relación muy cercana. Partimos del hecho de que era imposible que un latinoamericano no tenga una lectura simbólica o práctica de lo que significa los Estados Unidos para Latinoamérica. El proyecto se concentró en contar con escritores de no ficción, escritores de ficción y académicos; todos debían mirar a los Estados Unidos desde la crónica periodística – aunque también se hicieron textos bajo la estructura del relato de ficción, la semblanza, el testimonio, el ensayo. Queríamos utilizarla como una herramienta, como si fueran todos buzos de profundidad: el autor se lanza al río, escarba y observa lento, y recoge lo más preciado que pueda hallar.

Otro criterio fue contar con cierta diversidad geográfica. Si México aporta la mayor cantidad de inmigrantes a los Estados Unidos, el libro también debía contar con la mayor proporción de autores. Brasil es la potencia emergente de Latinoamérica y también debía tener un peso importante.

Es muy difícil dar una una explicación completa sobre los Estados Unidos, pero intentamos tener una mirada madura desde diferentes ángulos. El libro logra este objetivo con bastante equilibrio. No nos interesaba realizar un libro de análisis político ni un sumario de críticas ideológicas sino retratar las tensiones de Estados Unidos y los migrantes latinos a partir de la vida cotidiana, donde se expresan mejor las contradicciones y los conflictos.

Quizá tiene una vena más tragicómica o de paradojas cargadas de humor
Creo que muchos de los textos tienen una fuerte carga irónica y le dan otra mirada a lo que podría verse usualmente como un tema político. El gran valor de la crónica es operar como una bomba de sentidos. El autor siempre tiene un compromiso subjetivo con el texto, donde puede plasmar su valoración de las cosas. La crónica bien hecha incluye esa valoración pero no como un decálogo de principios políticos sino a través de historias con varias capas de profundidad. La historia de Joaquín Botero, ‘Cuchilleros’, por ejemplo, es el retrato de una lucha de clases en una tienda de venta de quesos donde el autor trabaja: se pelean entre latinos y gringos, claro, pero también se expresan las tensiones entre los mismos latinos. Allí tienes un mundo en conflicto, vivo y difícil, que expresa parte del mercado laboral en Estados Unidos. Mientras, por otro lado, tienes una historia romántica como la de Camilo Jiménez, que nunca viaja a Estados Unidos, pero construye una idealización de New York y Manhattan a partir de la industria cultural y de las nuevas tecnologías. La fuerza emotiva de esa historia es también parte del mismo caleidoscopio donde está la crónica de los cuchilleros: la vida, la historia pequeña y personal, con el relato de fondo de la Historia en mayúsculas por detrás.

¿Cómo fue el trabajo de selección de los autores y de los textos?
Inicialmente fueron 100 autores entre los que tuvimos que elegir. Al principio pensamos en hacer el libro con 10 y terminamos en 24, que fácilmente pudieron ser los 100 del comienzo, pero hubiera sido una publicación muy difícil de manejar. Con Aileen no hubo grandes problemas para producir el libro, tan solo unos pocos momentos de tensión propios de los procesos de edición. Pero en general, la relación ha sido tranquila y cómoda. Somos buenos amigos.

¿Quedaron conformes los autores con el trabajo de edición?
La mayoría me conocía como editor: saben que soy severo pero justo. Como editor periodístico creo que hay que entrar en el texto para agarrar su vena, apretarla y dejar que fluya toda la sangre que tiene, en el sentido de la fuerza y energía que puede contener un texto. Si algo debo decir es que si bien entre los autores hay muchos ganadores de premios y reconocimientos internacionales, nunca tuve problema alguno con ellos. Tipos como Jon Lee Anderson que desde el inicio aceptó participar y en pleno momento de la persecución a Gadafi, cuando Anderson estaba en Libia, me escribió diciendo que lo espere unos días para poder entregarme su texto, es decir, a ese nivel de compromiso llegaron los autores. Otros textos, como el ensayo de Jorge Volpi, llegaron redondos, quizá se le hicieron un par de correcciones de tipo cosméticas. En otros casos hubo más diálogo con los autores porque sus historias tenían una buena médula pero sucedía que el núcleo estaba en una historia secundaria.   

¿Cuántos de los textos han sido escritos exclusivamente para el libro?
Excepto el de Santiago Roncagliolo y el de Juan Pablo Meneses – este último está retocado en comparación del que publicó antes – todos los demás son inéditos, producidos específicamente para el libro.

Del texto de Guillermo Osorno, ‘Venimos como una gran familia’, que se contextualiza en un partido de fútbol entre México y los Estados Unidos, se desliza la heterogeneidad de Latinoamérica, algo que podría asociarse a lo que dijiste el día de la presentación del libro en Lima: “la latinidad concreta no existe” ¿Crees que así aprecia la sociedad de los Estados Unidos a los latinos?
Me da la impresión de que en aquellos estados que no ven con buenos ojos el tema de la inmigración y donde los latinos son fuerza bruta o, mejor dicho, donde se ven ante la imposición de trabajar en oficios que nunca han ejercido cumpliendo tareas de baja calificación, se les ve como una suerte de ciudadanos de segunda clase, a veces ni siquiera se les considera ciudadanos. Daniel Alarcón, a través de su texto ‘Aquí está bien’, narra cómo se abusa de un inmigrante que trabaja de albañil y que es contratado por americanos.

En otras ciudades creo que se está empezando a hacer una relectura del rol de los inmigrantes, que también depende mucho de dónde se sitúe cada americano para poder entenderlo. No me atrevería a decir que hay una sola lectura del inmigrante latinoamericano en los Estados Unidos. En ámbitos más culturales se entiende a América Latina como una zona muy diversa, multicultural y multirracial. La historia de Guillermo Osorno está en sintonía con ello porque no solo muestra la relación entre los americanos y los mexicanos, sino que entre los mexicanos entre sí; además se muestra cómo las mismas diferencias de grado de instrucción y de posición social que se tiene en México se reproducen en la tribuna donde están reunidos todos los mexicanos: los de clase alta y los de clase baja. Eso se ve mucho en California, por ejemplo.

En el texto de Edmundo Paz Soldán se retrata algo distinto. Cuenta su historia. La de un estudiante boliviano que llega para formarse en una universidad del sur de los Estados Unidos – quizá la zona más racista del país – gracias a una beca en deportes. Una historia que se mueve en otro plano, distinta al inmigrante convencional.
Ese tipo de enfoque es una de las riquezas del libro. No solo se limita a la agenda explícita de la relación entre los Estados Unidos y Latinoamérica, que pasa por la inmigración. Para nosotros, como editores, el enfoque del libro debía estar más allá de lo que siempre se ve en los medios. Además tiene algo sustancial que es tratar de explicar la relación entre los hispanos y los Estados Unidos a partir de lo cotidiano con historias de vida donde cualquiera que las lea se pueda identificar con alguna de ellas o con fragmentos de las mismas, lo que te lleva a salirte de la agenda que ya se conoce y que puede servir como identificación para cualquier inmigrante de cualquier parte del mundo, o de aquellas personas que llegan a un lugar nuevo y deben adaptarse socialmente a una realidad ajena. El libro hace una separación entre la coyuntura y lo estructural que se da cuando todo inmigrante se enfrenta a la confrontación de la idealización del espacio que imaginaba y la realidad que vive.

También has dicho que la sociedad norteamericana está viviendo una especie de impostación de lo políticamente correcto.

Esa es una opinión completamente personal que tengo. Excepto en determinados lugares de los Estados Unidos creo que se ha perdido cierto gusto por la ironía y la acidez en las relaciones humanas. Creo que los Estados Unidos, a partir del nuevo conservadurismo que inició el gobierno anterior y los atentados del 11 de septiembre, se volvió en muchos lugares una nación menos democrática y en ciertos estados se siente una reducción de las libertades de las personas, una especie de militarización en los tratos sociales. Ello ha generado que ahora tengamos que pensarlo más de dos veces al momento de hacer una broma. Claro que esto tampoco es absoluto. Urbes como New York son más abiertas, mientras que en las zonas más profundas del interior las cosas son distintas, son más conservadoras.

La relación entre el trabajador americano y el latinoamericano está muy afectada por la situación socioeconómica que se vive en la actualidad. Si los Estados Unidos no estuvieran en crisis, no creo que los americanos estarían tan preocupados por los latinos.

¿Cómo ven al cronista latinoamericano en los Estados Unidos?, ¿existe?
No que me conste, al menos como movimiento en general. Creo que se le está prestando atención a algunas voces que surgen. Por ejemplo, Edmundo Paz Soldán está siendo traducido al inglés. También es el caso de Jorge Volpi. Por ejemplo, la atención que se ha dirigido a Junot Díaz o a Daniel Alarcón reconoce, en cierta medida, la cuestión latina. Aunque son dos personas que escriben en inglés y viven en los Estados Unidos. Si bien ha ganado en masa crítica y en presión demográfica, la comunidad latina todavía no ha sido observada lo suficiente por la industria cultural norteamericana más allá de los estereotipos. ‘Sam no es mi tío’ es una buena oportunidad para mostrarle a la industria cultural americana que somos muchos latinos que pensamos de determinada forma sobre la relación entre las dos partes.

En el plano profesional ¿Cómo se hace para pasar del periodismo de economía al tema de la crónica y también escribir ficción?
Todo esto no es nuevo. Escribo ficción desde los 20 años, pero nunca publiqué. Recién en el 2009, por recomendación de mi mujer, creé un blog donde ponía algunos textos de ficción. A partir de ello una editorial en Argentina se interesó por lo que había escrito y decidió publicarme algunos relatos. Ahora mismo estoy editando material viejo, estoy por publicar dos libros de relatos y también en la segunda lectura de una novela que he terminado.

En el caso de la crónica, si algo distinto tuvo América Economía es que introdujo el modo del story telling americano en la escritura sobre negocios latinoamericanos. La forma en que me vinculo con Julio Villanueva Chang se da cuando Julio lee un texto mío de la última página de una edición de América Economía que se llamaba Línea Directa. En esa página cuento un viaje hecho al Cusco donde escucho una conversación entre dos congresistas que hablaban de la globalización como un invento gringo, también habían unas monjas francesas, un muchacho que leía la revista Barcelona de Buenos Aires, un indígena peruano, un europeo dando vueltas, etc. Este texto que le gustó a Julio podía leerse como una mini crónica de 600 palabras.

Además en la revista también escribíamos perfiles, no es que lo que hago ahora sea algo completamente nuevo. Lo que pasa es que he dejado de escribir sobre economía pero desde otro punto de vista. El texto que hice para ‘Sam no es mi tío’ trata sobre un hombre de origen latino que cae en desgracia económica a causa de la reciente recesión. Es una historia con un tema económico de fondo, pero está escrito de una forma en que he utilizado las técnicas de la ficción.

¿Qué nuevos proyectos tienes en camino?
En ficción, a fin de año publican en Argentina una novela que escribí hace mucho tiempo: una revolución de marcianos en un pueblo hundido en soja en la pampa argentina. Está en lectura otra novela, que terminé de escribir a fines de 2011. Trata sobre la imposibilidad de la libertad absoluta, el ejercicio de la impunidad como camino hacia la libertad y la locura como un campo de experimentación de esa supuesta liberación.

En no ficción, he sido contratado como especialista senior por la Corporación Interamericana de Inversiones, miembro del Grupo BID, para dirigir sus proyectos de comunicación. Como parte de ello, trabajo en la edición de un libro de 15 a 20 perfiles y crónicas sobre el impacto en el desarrollo de los recursos que se prestan a las pequeñas y medianas empresas en América Latina y el Caribe. La idea es retratar cómo esos recursos llegan al final del camino, de qué manera han cambiado la vida de las personas. En ese libro estarán cronistas como Julio Villanueva Chang, Leila Guerriero, Alberto Salcedo Ramos, Marcela Turati, Edmundo Paz Soldán, entre otros. Y me acompañarán como co-editores ejecutivos Lizzy Cantú, editora adjunta de ‘Etiqueta Negra’ y Camilo Jiménez, ex editor de ‘El Malpensante’. Si todo sale de acuerdo a lo planeado estaría publicándose en la primera mitad de 2013. No había en América Latina un producto que emplease la crónica como herramienta para narrar la economía y el desarrollo en la región. Y no sólo me parece una apuesta inteligente sino que demuestra que los límites de los textos de largo formato no están trazados en ningún mapa.


1 comentario:

  1. Sería bueno una crítica de "Raro" de Cisneros. En lo personal, el problema es la narrativa tan simplona y una historia común sin estallidos.

    Renato León.

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